¿Se puede ser más flexible?
Una cualidad que los expertos coinciden que vale la pena potenciar es la capacidad de adaptación.
Todos los días, Leonard Mlodinow se marca pequeños retos personales, como por ejemplo pedir el plato menos recomendado del menú de un restaurante. El autor de Elástico: Pensamiento Flexible en un Mundo en Constante Cambio, explica que es un truco que le ayuda a desarrollar su curiosidad, aunque siempre suele pedir platos originales en los restaurantes. Otra estrategia consiste en emprender una conversación con un desconocido, pedirle su opinión y escuchar atentamente sus respuestas: “Es un excelente ejercicio mental para salir de la burbuja”, explica. A los amigos y compañeros de trabajo, les aconseja un programa de retos para desarrollar la curiosidad y aumentar la flexibilidad. Este aspecto es importante porque “los profesionales de todas las áreas deben saber adaptarse a las nuevas circunstancias”.
Ahora que las tecnologías están transformando los sectores y los empleos -en algunos casos eliminándolos- por la automatización o la inteligencia artificial, es casi imposible predecir cuáles serán las habilidades que necesitaremos en el futuro. Sin duda, una cualidad que los expertos coinciden que vale la pena potenciar es la capacidad de adaptación. Así pensaba Henry Levin, catedrático de Economía de la Universidad de Columbia. En 2012, escribió un ensayo titulado La importancia de la capacidad de adaptación, en el que explicaba que la visión tradicional del papel de la educación para incrementar la productividad consistía en ayudar a los estudiantes a dominar ciertas habilidades. En opinión de Levin, esto ha cambiado, concediendo más importancia en la capacidad de los empleados de adaptarse.
Pero, ¿puede cualquier persona aprender a ser flexible? Bradley Staats, autor de Nunca dejes de aprender: Reinvéntate y Prospera, cree que todo el mundo puede como mínimo desarrollar la flexibilidad: “Aprender es una actitud. Podemos cambiarla. Unas personas tienen mayor potencial que otras en este sentido”, asegura.
En su opinión “cuanto más tiempo pasa una persona en una empresa o en un trabajo, más posibilidades hay de que pierda el sentido de la curiosidad”. Staats recomienda asumir riesgos y hacer preguntas estúpidas: “Ahí es donde reside el aprendizaje”, sostiene. También recomienda escribir reflexiones a diario sobre la jornada laboral porque, en primer lugar, solemos saber más de lo que pensamos y, “al escribir, integramos nuestro conocimiento y aprendemos” .
En segundo lugar, “somos incapaces de ver los problemas que necesitan atención para empezar a solucionarlos. La inteligencia emocional ayuda a los trabajadores a adaptarse”, explica Jochen Menges, profesor de Cambridge Judge Business School. Según Menges, “el cambio suscita respuestas emocionales pero, ¿cómo gestionar esas emociones? Podemos quejarnos de los cambios, pero no vamos a conseguir evitarlos. Es importante ser consciente de las reacciones, detenerse e intentar gestionarlas lo mejor posible”.
Rachael Chong, fundadora de Catchafire, una plataforma online que pone en contacto a voluntarios con ONG, sentencia que “el temor es el principal motivo para la falta de flexibilidad” . Esta exbanquera fomenta la flexibilidad entre sus empleados, poniéndolos en situaciones en las que salen de su zona de confort. Chong cree que “lo importante es contar con unos empleados flexibles, capaces de abordar nuevos retos en lugar de que intenten ser flexibles por el simple hecho de serlo”.
René Durazzo, asesor de ejecutivos, subraya que a veces se califica de poco flexibles a los empleados si se resisten a las transformaciones, pero el verdadero problema es cómo presentan el cambio: “Lo que puede parecer un problema del empleado frente a la novedad puede convertirse en un fallo a la hora de presentar esa transformación”, añade.
Fuente: Expansión