Cómo evitar el síndrome postvacacional en la vuelta al trabajo
La ciencia no se pone muy de acuerdo sobre el síndrome, el estrés o la depresión postvacacional. No está considerado como una enfermedad en la principales clasificaciones internacionales y la academia se divide entre los que se decantan por considerarlo una patología –afecta al bienestar de las personas-, mientras que otros lo califican como una situación transitoria y en parte normal.
Un estudio, de 2008, del Grupo de Salud Mental de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) española, establecía que “las molestias físicas y psíquicas que muchas personas experimentan al acabarse las vacaciones pueden experimentarse a cualquier edad, incluida la infantil. Afecta al 5-8% de los niños y al 15% de los adultos”.
El profesor Francisco Javier Lavilla, especialista del Servicio de Nefrología de la Universidad de Navarra lo califica como “una entidad a la que se le está dando cada vez mayor importancia. Hace unos años, prácticamente era desconocida su existencia, lo cual no quiere decir que hubiera personas que lo estuvieran padeciendo”.
Por su parte, los doctores Elisabeth Herrero y Jordi Esquirol, especialistas en Medicina de Familia, explican en el Canal Salud Mapfre que “es un concepto que se refiere a la ansiedad o presión emocional que debemos afrontar al readaptarse a las tareas laborales después de un periodo vacacional. No se puede considerar una enfermedad sino como un proceso adaptativo”.
Los expertos inciden en que no suele ser un problema serio y sólo en casos extremos es necesaria la intervención de un especialista, bien un psicólogo, bien un psiquiatra con tratamiento farmacológico. En principio, lo normal es que los síntomas desaparezcan en unas dos semanas.
El origen del síndrome es otra incógnita. El experto de la Universidad de Navarra plantea que podría darse desde que hay vacaciones y simplemente no se diagnosticaba, o apunta la posibilidad de que realmente no existiese hace unos décadas. De ser así, podría tratarse de un proceso generado en los últimos tiempos y “en cierta forma fruto de la vida moderna”.
En cualquier caso, Lavilla considera que hay dos elementos que predisponen la aparición del síndrome postvacional: primero, unas vacaciones largas, muy intensas, en las que no se ha descansado lo suficiente y, segundo, una adaptación insuficiente al ámbito laboral, presente incluso antes de las vacaciones. En definitiva, una falta de motivación para ir cada día a trabajar.
Por su parte, los doctores Herrero y Esquirol señalan como causas los cambios de los horarios, de obligaciones y de estilo de vida en su conjunto. En conclusión, califican el síndrome como un proceso normal de adaptación.
Ahora bien, aclaran que para la mayoría de las personas la vuelta a la normalidad laboral no supone una mayor preocupación, al contrario, pues vuelven con “ilusión a la actividad productiva”, sobre todo si están en ambientes creativos, con actividades gratas y unas relaciones entre los compañeros satisfactorias.
Cuadro clínico
- Debilidad generalizada y astenia (fatiga general que dificulta o impide a una persona realizar tareas que en condiciones normales hace fácilmente).
- Puede haber problemas de insomnio y de una somnolencia llamativa durante el día.
- Limitación de la capacidad de concentración y tolerancia al trabajo, que se manifiestan en desidia y hastío.
- Cambio del carácter con cierta agresividad que puede llegar a afectar las relaciones con los compañeros generando un mal ambiente laboral.
- Cuadro depresivo.
- En algunos casos puede ocasionar estrés agudo que se manifiesta en disminución del rendimiento, palpitaciones, sudoración, aumento de las frecuencias respiratoria y cardiaca, temblores…
- En extremos, si se perpetúa más allá de unos días, puede aparecer un síndrome de ansiedad generalizada o estrés crónico, que exigiría de tratamiento.
Consejos para minimizar los efectos del síndrome
Durante las vacaciones:
- Planifique un lugar apto para toda la familia.
- Deben suponer un tiempo de descanso
- Practique hábitos de vida saludable, con ejercicio físico y una alimentación equilibrada.
- Procure mantener los mismos horarios, o al menos no cambiarlos radicalmente.
Preventivo:
- Vuelva de forma progresiva a la rutina, no esperando al último día antes del trabajo.
- Mantenga las aficiones iniciadas durante el verano.
- Cuando se incorpore a su vida ordinaria, mantenga un orden de prioridades.
- Duerma adecuadamente, al menos 8 horas seguidas.
- Mantener horarios regulares durante el día como en las horas de acostarse.
- Practicar ejercicio físico moderado y a diario si es posible.
En el trabajo:
- Module la intensidad del trabajo, de menos a más, intentando empezar por las tareas más gratas. Seleccione aquellas actividades que pueda llevar a cabo, delegando aquellas para las que no esté tan preparado.
- Aproveche los tiempos de descanso o de comida para volver a alguna actividad agradable, para las relaciones sociales o familiares.
- No llevarse trabajo a casa.
- Plantee los problemas del modo más simple y esencial posible, prescindiendo de los detalles nimios y sopesando lo esencial a la hora de buscar soluciones.
- Halagar el trabajo bien hecho de los compañeros, y corregir el incorrecto de forma sutil pero firme.
- Mantenga una actitud positiva, practicando la relajación a intervalos regulares, eliminando pensamientos o ideas irracionales que generen ansiedad.
Fuente: 20 minutos